Cada día que pasa me resulta más aburrido comentar algo sobre la política de garrafón que se estila en este país que padece una de las dictaduras más infames de todo el planeta. Es una dictadura en la que se permiten ciertas concesiones en cuestiones de libertad de expresión, pero es todo un decorado, una distracción para que el régimen feudal pueda seguir robando a saco.
Rajoy, un tío que tenía que haber dimitido por vergüenza a los seis meses de haber llegado, quiere hacernos creer ahora que va a tomar algunas medidas contra la corrupción. Da la casualidad de que muchas de esas medidas que pretende tomar ya están contempladas en la Constitución en la que no hay artículo que se deje de incumplir sistemáticamente. Según tenía entendido, los partidos políticos deben ser democráticos y elegir a sus líderes mediante votación democrática de sus bases, algo que el propio Rajoy ha incumplido ya antes de llegar a ser el elegido de un dedo y probablemente será el dueño del dedo que elija a su sucesor.
Todo esto de la lucha contra la corrupción no es más que una pantomima más. Como la peña está ya hasta más arriba del gorro de ver día a día como los saquean, los dejan temblando a impuestos y no reciben ni un servicio digno, mientras las sectas gobernantes viven a cuerpo de rey y gastándose el dinero de los presupuestos en parásitos, pesebreros, latrocinios y corruptelas al por mayor, Mariano, cree que debe hacer algo. Ese algo es lanzar más cortinas de humo con baterías interminables de medidas que nunca se llevarán a cabo para que él y sus colegas de banda puedan seguir viviendo a nuestra costa eternamente.
La mayoría de esas medidas anunciadas, nunca llegarán a debatirse y se quedarán en algún cajón, otras se votarán y se convertirán en papel mojado y las pocas que consigan aparecer en el BOE, serán convenientemente maquilladas, capadas y amortajadas por los jueces amaestrados que tiene el sistema en nómina y que se encargan de cambiar el negro por el blanco y la noche por el día.
Afortunadamente el hastío de los ciudadanos poco a poco va cambiando las cosas y la irrupción de opciones nuevas que cuentan otras películas más interesantes, están obligando al régimen a democratizarse un poco o al menos a aparentarlo.
Curiosamente Rajoy presentó sus medidas con la firma todavía caliente de la dimisión por corrupción de su minstra de Sanidad, Ana Mato, que curiosamente estaba presente como diputada en el Congreso, mientras el presidente contaba sus milongas.
Es todo falso, todo impostado y mientras los medios de comunicación sigan empecinados en contar una realidad paralela, no vaticino muchos avances para conseguir una democracia en España.
Estos días hemos asistido al bochornoso caso del pequeño Nicolás, ese pobre diablo que se hacía pasar por alto comisionado del Gobierno, espía, agente secreto, enviado gubernamental, abrepuertas, etc. En este caso, según veo, cabe plantear dos escenarios: en el primero, el advenedizo es un farsante y ha falsificado cargos y se ha hecho pasar por lo que no es. En este caso supongo que las leyes tendrán su respuesta conveniente. En el segundo caso, es el Gobierno y su aparato el que se ha dejado engañar como niños de 2 años. Si fuera este el escenario, tendrían que haberse ido del Gobierno hace ya tiempo por vergüenza y por inútiles.
Si fuéramos un país normal, cualquiera de estos dos supuestos se habría dado con toda normalidad, pro vivimos en este país de chiste o de tragedia que es España. Lo que ha ocurrido es simplemente que el pequeño Nicolás se ha erigido en estrella mediática de todas las televisiones, radios y diarios y la gente encantada con las andanzas del personaje.
Da la impresión que en ese teatrllo de marionetas que es la actualidad española, los grandes titiriteros que manejan los hilos de los otros titiriteros a los que les vemos el rostro, hayan decidido cambiar de escenario de la obra para pasar a un nuevo acto y para ello es necesario sacar de escena al arlequín, al polichinela y al hada, para meter a la bruja en el comienzo de un nuevo acto y en la transición es necesario sacar a un payaso que distraiga al personal para que no se noten mucho los cambios.
Claro que en un país donde los temas más importantes pasan por saber si Belén Esteban está gorda, se le ha deformado el cuerpo o está embarazada, si la Pantoja ha tenido ya su primera pelea en la cárcel o si el Balón de Oro se lo merece más Ronaldo o Messi.
La imagen corresponde a una obra del pintor surrealista peruano Ronald Companoca.
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