En muchas ocasiones he mencionado, aludiendo a algunas de las surrealistas y kafkianas situaciones que vivimos en este trozo de mundo que llamamos España. a diferentes alegorías que nos sirven para explicarnos, para entender o para interpretar lo que está ocurriendo.
El Ecce Homo de Borja y su célebre autora Cecilia Jiménez, nos pone en bandeja otra fantástica alegoría con la que rellenar unas líneas.
La repercusión que ha tenido la fallida restauración del fresco de Borja ha creado una demanda imparable de artículos de todo tipo que los consumidores de cerebro fláccido devoran con avidez.
Quizás este hecho sea una señal para todo el país y para el Gobierno porque, si la restauración de un fresco de poca monta está generando tantos ingresos, imaginémos lo que se podría recaudar si la entrañable Cecilia se pusiera manos a la obra con Las Meninas de Velázquez, los Fusilamientos de la Moncloa de Goya, las Señoritas de Avignon de Dalí o incluso el Guernica de Picasso.
Igualmente se podría crear una joint venture con Italia, que tampoco lo está pasando muy bien, y hacer lo propio con la Última Cena de Da Vinci, que a fin de cuentas también es un fresco, la especialidad de la señora Jiménez.
Igualmente se podría crear una joint venture con Italia, que tampoco lo está pasando muy bien, y hacer lo propio con la Última Cena de Da Vinci, que a fin de cuentas también es un fresco, la especialidad de la señora Jiménez.
En una segunda fase ya se podría estudiar que Cecilia le metiera mano a la Alhambra y a la catedral de Santiago, pero habría que ir pasito a pasito.
¿Quién sabe si con todo el merchandising que venderíamos con las futuras restauraciones fallidas podríamos salir de la crisis en un pis pas?
Lo que sí tengo claro que esta buena señora cada día me cae mejor.
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