Hasta hace unos días el debate que generaba la reforma de la Constitución terminaba siempre con el apocalípsis como escenario principal. Los politicastros consideraban que no se podía cambiar la Constitución a la ligera y que cualquier medida en este sentido debería ser cuidadosamente estudiada so pena de que entráramos en el abismo, el averno o cosas peores.
Pero, hete aquí que algo que era intocable, tras la llamada de los dueños de Europa a sus sirvientes españoles para que lo que era blanco en una semana se convierte en negro o viceversa. Además, como buena república bananera que somos, se reforma sin consultar a los ciudadanos y sin encomendarse a nadie.
Sin embargo el contenido de la reforma no me parece mal. Cualquier ama de casa del confín más alejado del globo sabe que si gasta más de lo que ingresa tendrá problemas y que las sumas y restas de su presupuesto no deben quedarse nunca en negativo.
Lamentablemente los titulares del ministerio de Economía de garrafón que hemos padecido en los últimos años no sabían más que un ama de casa y las sumas y las restas no llegaron a conocerlas muy bien a tenor de sus actuaciones.
España ha vivido una orgía de idiocia en los presupuestos que nos ha llevado al borde del precipicio y es lógico que se fije un techo de gasto. Algunos andan despotricando sobre la medida porque de ella dependen millones de pesebreros que les hacen ganar elecciones y apoyos. Dicen que se acaba el Estado del bienestar, la Europa social, etc.
Por lógica, un presupuesto podría ser modificado ante catástrofes para paliar y minimizar sus daños, pero nosotros nos hemos gastado mucho dinero en gilipolleces. No te voy a hablar de aeropuertos fantasmas, carteles de los planes E, coches oficiales, subvenciones a palmeros, sindicatos del pesebre, duplicidad de cargos, 17 Gobiernos completos, etc. Ya conoces la historia muy bien.
Si el déficit hubiera llegado por ayudar de verdad a los más desfavorecidos o por intentar cambiar la tendencia, me parecería bien, pero la mayoría de nuestro presupuesto se ha ido en partidas estúpidas que sólo han servido para enriquecer a unos pocos y enviar a debajo de los puentes a una gran mayoría.
A ver si tenemos suerte y el próximo titular de Economía sabe sumar y restar, posees las neuronas suficientes para razonar y no depende de oscuros interesas.
La imagen de la Contutición española la encontré en Wikisource.
Pero, hete aquí que algo que era intocable, tras la llamada de los dueños de Europa a sus sirvientes españoles para que lo que era blanco en una semana se convierte en negro o viceversa. Además, como buena república bananera que somos, se reforma sin consultar a los ciudadanos y sin encomendarse a nadie.
Sin embargo el contenido de la reforma no me parece mal. Cualquier ama de casa del confín más alejado del globo sabe que si gasta más de lo que ingresa tendrá problemas y que las sumas y restas de su presupuesto no deben quedarse nunca en negativo.
Lamentablemente los titulares del ministerio de Economía de garrafón que hemos padecido en los últimos años no sabían más que un ama de casa y las sumas y las restas no llegaron a conocerlas muy bien a tenor de sus actuaciones.
España ha vivido una orgía de idiocia en los presupuestos que nos ha llevado al borde del precipicio y es lógico que se fije un techo de gasto. Algunos andan despotricando sobre la medida porque de ella dependen millones de pesebreros que les hacen ganar elecciones y apoyos. Dicen que se acaba el Estado del bienestar, la Europa social, etc.
Por lógica, un presupuesto podría ser modificado ante catástrofes para paliar y minimizar sus daños, pero nosotros nos hemos gastado mucho dinero en gilipolleces. No te voy a hablar de aeropuertos fantasmas, carteles de los planes E, coches oficiales, subvenciones a palmeros, sindicatos del pesebre, duplicidad de cargos, 17 Gobiernos completos, etc. Ya conoces la historia muy bien.
Si el déficit hubiera llegado por ayudar de verdad a los más desfavorecidos o por intentar cambiar la tendencia, me parecería bien, pero la mayoría de nuestro presupuesto se ha ido en partidas estúpidas que sólo han servido para enriquecer a unos pocos y enviar a debajo de los puentes a una gran mayoría.
A ver si tenemos suerte y el próximo titular de Economía sabe sumar y restar, posees las neuronas suficientes para razonar y no depende de oscuros interesas.
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