martes, 13 de noviembre de 2007

Una historia demasiado triste para ser contada

Reconozco que se me partió el alma al conocer esta trágica noticia y tal como digo en el título es más una historia para sentirla que para contarla, pero intentaré transmitirte algo de este sentimiento.

En Filipinas, país donde una buena parte de su población vive en condiciones bastante mejorables y otra parte vive bajo el umbral de la pobreza, una niña de 10 años decidió suicidarse por ser pobre.

Vivía con sus padres en condiciones lamentables, sin agua corriente, sin medios para asegurarse el sustento diario y sin posibilidades para poder asistir a la escuela en condiciones mínimas para aprovechar las enseñanzas recibidas.

Esta niña el otro día decidió poner fin a su vida harta de tanta sufrimiento y en su nota de despedida dejó las claves para entender su decisión. Simplemente deseaba algo que nosotros en el mal llamado primer mundo no le damos la menor importancia. La niña quería tener una bicicleta, un bolso y unos zapatos nuevos y para sus padres puestos de trabajo para que ella pudiera terminar la enseñanza primaria.

Creo que deberíamos reflexionar sobre la crueldad de esta sociedad que condena a la muerte y al suicidio a los niños. No es demagogia, es la cruda realidad que pretendemos ignorar y de la que ya estamos anestesiados, ocurra lo que ocurra.

La presidenta de Filipinas ha declarado lo que declaran todos los incompetentes en estos casos: que se está haciendo todo lo posible. No es cierto, porque si tuviera vergüenza se largaría a su casa, como deberían hacer otros miserables que no hacen nada más que engordar sus culos grasientos en poltronas manchadas de la sangre de los más desfavorecidos.

La imagen de los dos niños filipinos extremadamente pobres la encontré en Photobucket.

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