Estos dos elementos que aparentemente son los grandes aliados de los seres humanos, pueden llegar a ser una verdadera bomba de tiempo que ocasionaría verdaderos estragos en las personas, animales y plantas.
Esto obedece a que las plantas de depuración de aguas no pueden filtrar todas las sustancias activas.
¿Qué pasaría si millones de seres humanos enfermaran de gripe en un país? Ningún problema. Todos podrían tomar un medicamento. Por ejemplo Tamiflu.
Pero el remedio no quedaría solo en su cuerpo, sino que gran parte de él sería eliminada de forma natural y pasaría a las aguas. Éstas son tratadas, pero, no obstante, una buena parte de la sustancia llegaría igualmente a los ríos.
Lo suficiente como para que la mayoría de las aves que beban esa agua no enfermen de gripe.
Pero la mayoría, y ése es el problema. Las que sí enfermen habrían desarrollado en sus cuerpos virus resistentes al Tamiflu: la siguiente epidemia de gripe sería mortal, también para el ser humano.
El problema es ignorado hasta ahora por la industria farmacéutica. Ya sean analgésicos, antibióticos o antidepresivos, los medicamentos aparecen en las aguas en creciente concentración, amenazando la salud de peces, algas y otros seres vivos.
Recientemente, un grupo de científicos realizó una prueba, cuyos resultados son difíciles de creer, si no fuera porque son ciertos. Simplemente midieron la concentración de cocaína en el Rin antes y después de pasar frente a la ciudad de Düsseldorf, pudiendo calcular incluso la cantidad que se consume en la ciudad, aunque en este caso, en forma ilegal. Los volúmenes fueron alarmantes.
También los primeros resultados con respecto a diclofenac, la sustancia activa del analgésico Voltaren, son preocupantes.
En Alemania se constató que la concentración es tal que puede provocar daños en los riñones de las truchas. En Suiza se detectaron truchas con el sistema inmunológico debilitado, y ello con concentraciones de diclofenac ya corrientes en las aguas superficiales.
Restos de medicamentos alcanzan hoy ya concentraciones similares a las de los pesticidas utilizados en la agricultura: un cocktail fatal. Entre esas sustancias se cuentan por ejemplo hormonas sintéticas, por ejemplo EE2, la sustancia activa de las píldoras anticonceptivas. Los expertos suponen que el retroceso en la concentración de esperma en los hombres y la pubertad que comienza cada vez más tempranamente en los niños puede ser un efecto de la omnipresencia de las hormonas femeninas.
De muchos medicamentos, nadie sabe nada: faltan métodos para comprobar su existencia. Unas 180 sustancias activas pueden ser identificadas actualmente, en circulación se hallan unas 3000. Menos clara aún es la situación con respecto a los procesos de desintegración y nuevas combinaciones de sustancias en el cuerpo humano, cuyos efectos pueden potenciarse.
Un país que ha encarado el problema es Suecia. Los suecos estudian sobre todo las sustancias que se enriquecen en los tejidos vivos.
Han desarrollado un índice para medir la concentración de medicamentos en las aguas: el PTB, que significa “Persistencia, Toxicidad y Bioacumulación”.
Sobre la base de ese índice crearon luego una escala de 0 a 9. La idea es marcar cada medicamento con un PTB. Entre dos medicamentos con efectos iguales, el médico debería recetar entonces el que tenga el menor PTB. Esto no soluciona del todo los problemas, pero es un paso adelante. A largo plazo, la industria farmacéutica no tendrá alternativa a desarrollar medicamentos “degradables”.
En un futuro no muy lejano se debería eliminar los medicamentos que ya no usamos con las mismas precauciones que se deben tomar con las pilas.
Ya es hora que tomemos conciencia de que este bendito planeta tenemos que empezar a cuidarlo entre todos, pues por ahora no hay repuesto.
La imagen la encontré en Biokeeping.
Rodolfo Coricelli
Esto obedece a que las plantas de depuración de aguas no pueden filtrar todas las sustancias activas.
¿Qué pasaría si millones de seres humanos enfermaran de gripe en un país? Ningún problema. Todos podrían tomar un medicamento. Por ejemplo Tamiflu.
Pero el remedio no quedaría solo en su cuerpo, sino que gran parte de él sería eliminada de forma natural y pasaría a las aguas. Éstas son tratadas, pero, no obstante, una buena parte de la sustancia llegaría igualmente a los ríos.
Lo suficiente como para que la mayoría de las aves que beban esa agua no enfermen de gripe.
Pero la mayoría, y ése es el problema. Las que sí enfermen habrían desarrollado en sus cuerpos virus resistentes al Tamiflu: la siguiente epidemia de gripe sería mortal, también para el ser humano.
El problema es ignorado hasta ahora por la industria farmacéutica. Ya sean analgésicos, antibióticos o antidepresivos, los medicamentos aparecen en las aguas en creciente concentración, amenazando la salud de peces, algas y otros seres vivos.
Recientemente, un grupo de científicos realizó una prueba, cuyos resultados son difíciles de creer, si no fuera porque son ciertos. Simplemente midieron la concentración de cocaína en el Rin antes y después de pasar frente a la ciudad de Düsseldorf, pudiendo calcular incluso la cantidad que se consume en la ciudad, aunque en este caso, en forma ilegal. Los volúmenes fueron alarmantes.
También los primeros resultados con respecto a diclofenac, la sustancia activa del analgésico Voltaren, son preocupantes.
En Alemania se constató que la concentración es tal que puede provocar daños en los riñones de las truchas. En Suiza se detectaron truchas con el sistema inmunológico debilitado, y ello con concentraciones de diclofenac ya corrientes en las aguas superficiales.
Restos de medicamentos alcanzan hoy ya concentraciones similares a las de los pesticidas utilizados en la agricultura: un cocktail fatal. Entre esas sustancias se cuentan por ejemplo hormonas sintéticas, por ejemplo EE2, la sustancia activa de las píldoras anticonceptivas. Los expertos suponen que el retroceso en la concentración de esperma en los hombres y la pubertad que comienza cada vez más tempranamente en los niños puede ser un efecto de la omnipresencia de las hormonas femeninas.
De muchos medicamentos, nadie sabe nada: faltan métodos para comprobar su existencia. Unas 180 sustancias activas pueden ser identificadas actualmente, en circulación se hallan unas 3000. Menos clara aún es la situación con respecto a los procesos de desintegración y nuevas combinaciones de sustancias en el cuerpo humano, cuyos efectos pueden potenciarse.
Un país que ha encarado el problema es Suecia. Los suecos estudian sobre todo las sustancias que se enriquecen en los tejidos vivos.
Han desarrollado un índice para medir la concentración de medicamentos en las aguas: el PTB, que significa “Persistencia, Toxicidad y Bioacumulación”.
Sobre la base de ese índice crearon luego una escala de 0 a 9. La idea es marcar cada medicamento con un PTB. Entre dos medicamentos con efectos iguales, el médico debería recetar entonces el que tenga el menor PTB. Esto no soluciona del todo los problemas, pero es un paso adelante. A largo plazo, la industria farmacéutica no tendrá alternativa a desarrollar medicamentos “degradables”.
En un futuro no muy lejano se debería eliminar los medicamentos que ya no usamos con las mismas precauciones que se deben tomar con las pilas.
Ya es hora que tomemos conciencia de que este bendito planeta tenemos que empezar a cuidarlo entre todos, pues por ahora no hay repuesto.
La imagen la encontré en Biokeeping.
Rodolfo Coricelli
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