Si alguno de ustedes es conocedor de vinos, sabe que podrá optar por saborear un Cabernet, o un Borgoña, un Malbec, y digamos que un numero muy variado de sabores y aromas etílicos.
Pero si de miel hablamos, lo más probable es muchas personas me digan que la miel simplemente tiene gusto a miel…, grave error no es tan así.
Existen “varietales” mieleros de pera, azahar, eucalipto, romero o naranjo entre otros muchos sabores.
Estas mieles no son las que pueden encontrar en cualquier supermercado de la esquina, son miles “monoflorales”, es decir que son extraídas por las laboriosas abejas de determinadas flores exclusivamente.
Para lograr que todas las obreras de una colmena elijan predominantemente un solo tipo de flor es preciso comprender los complejos mecanismos de comunicación de este insecto social. Desde hace tiempo se sabe que cuando una abeja sale a buscar alimento por primera vez no lo hace a ciegas, sino que ya tiene información previa del lugar donde hallarlo y de la cantidad que encontrará. De esta manera, ahorra tiempo y energía.
En los últimos años, los científicos del Grupo de Estudio de Insectos Sociales de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (Fceyn) de la UBA Argentina hicieron otro descubrimiento sobre los "saberes previos" de las abejas:
"Encontramos que antes de hacer su primer viaje las obreras también cuentan con información sobre el olor floral que la colmena está explotando", señala el doctor Walter Farina, investigador del Conicet y director del equipo de trabajo. Y dado que cada tipo de flor posee un olor propio y característico, el hallazgo condujo a los investigadores a estudiar la posibilidad de enseñar a las recolectoras a dirigirse hacia una especie floral en particular.
Se ha comprobado que el aprendizaje de los olores ocurre dentro de la colmena, cuando la recolectora distribuye el néctar entre sus congéneres. Reciben un alimento que tiene olor y así aprenden a asociar con una recompensa la fragancia de una flor que todavía no conocen.
De esta manera, a la hora de salir a buscar comida, las obreras preferirán la especie de planta cuyo olor les recuerde aquel estímulo reconfortante. Se observó que si se les presenta una situación de elección entre dos olores, uno que ya estuvo circulando en la colmena y otro novedoso, eligen el conocido.
El desafío actual de los investigadores es determinar cuánto tiempo dura el estímulo. "Podemos «preguntarle» a la abeja si se acuerda de un olor colocándola en un cepo y viendo si extiende su trompita, que se llama probóscide, cuando se le ofrece la fragancia", ilustra el experto.
Los estudios indican que el "recuerdo" persiste por bastante más de 24 horas.
Y éste es un dato clave, porque cuanto mayor sea la duración del estímulo más fácil será a futuro implementar una técnica de manejo apícola que permita que las abejas vayan hacia donde queremos.
Esta investigación que abre posibilidades de variar los gustos de las mieles en forma natural, nos reafirma una vez más que la ciencia no tiene fronteras y que va más allá de la imaginación.
Foto: Grupo FCEYN Universidad de Buenos Aires
Rodolfo Coricelli
Pero si de miel hablamos, lo más probable es muchas personas me digan que la miel simplemente tiene gusto a miel…, grave error no es tan así.
Existen “varietales” mieleros de pera, azahar, eucalipto, romero o naranjo entre otros muchos sabores.
Estas mieles no son las que pueden encontrar en cualquier supermercado de la esquina, son miles “monoflorales”, es decir que son extraídas por las laboriosas abejas de determinadas flores exclusivamente.
Para lograr que todas las obreras de una colmena elijan predominantemente un solo tipo de flor es preciso comprender los complejos mecanismos de comunicación de este insecto social. Desde hace tiempo se sabe que cuando una abeja sale a buscar alimento por primera vez no lo hace a ciegas, sino que ya tiene información previa del lugar donde hallarlo y de la cantidad que encontrará. De esta manera, ahorra tiempo y energía.
En los últimos años, los científicos del Grupo de Estudio de Insectos Sociales de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (Fceyn) de la UBA Argentina hicieron otro descubrimiento sobre los "saberes previos" de las abejas:
"Encontramos que antes de hacer su primer viaje las obreras también cuentan con información sobre el olor floral que la colmena está explotando", señala el doctor Walter Farina, investigador del Conicet y director del equipo de trabajo. Y dado que cada tipo de flor posee un olor propio y característico, el hallazgo condujo a los investigadores a estudiar la posibilidad de enseñar a las recolectoras a dirigirse hacia una especie floral en particular.
Se ha comprobado que el aprendizaje de los olores ocurre dentro de la colmena, cuando la recolectora distribuye el néctar entre sus congéneres. Reciben un alimento que tiene olor y así aprenden a asociar con una recompensa la fragancia de una flor que todavía no conocen.
De esta manera, a la hora de salir a buscar comida, las obreras preferirán la especie de planta cuyo olor les recuerde aquel estímulo reconfortante. Se observó que si se les presenta una situación de elección entre dos olores, uno que ya estuvo circulando en la colmena y otro novedoso, eligen el conocido.
El desafío actual de los investigadores es determinar cuánto tiempo dura el estímulo. "Podemos «preguntarle» a la abeja si se acuerda de un olor colocándola en un cepo y viendo si extiende su trompita, que se llama probóscide, cuando se le ofrece la fragancia", ilustra el experto.
Los estudios indican que el "recuerdo" persiste por bastante más de 24 horas.
Y éste es un dato clave, porque cuanto mayor sea la duración del estímulo más fácil será a futuro implementar una técnica de manejo apícola que permita que las abejas vayan hacia donde queremos.
Esta investigación que abre posibilidades de variar los gustos de las mieles en forma natural, nos reafirma una vez más que la ciencia no tiene fronteras y que va más allá de la imaginación.
Foto: Grupo FCEYN Universidad de Buenos Aires
Rodolfo Coricelli
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